martes, 5 de marzo de 2019

Brevet 200 Km. Jadraque GDC Pueblo Nuevo

Entre unas cosas y otras, sobre todo temas laborales, llevo sin salir de continuo con la bicicleta desde las Brevets del año 2017. El año pasado me inscribí, sin haber entrenado nada y con cero kilómetros en las piernas, en esta misma que cuento hoy y, que además, fue la primera que hice en 2017. Recorrí 35 Km. de ida y agonicé otro tanto de vuelta.

El caso es que, salvo una salida de 80 Km. hace un par de semanas, no había salido con la bici para preparar este 200. Eso sí, llevo desde noviembre haciendo rodillo y trabajo de gimnasio, con lo cual yo pensaba que sería suficiente.

Un apunte antes de continuar: a estas cosas se va preparado y se sufre o no vas preparado (como yo) y se sufre como una perra. En ambas no sabes si vas a conseguir terminar. Tú eliges.

El día anterior preparé lo necesario. La ropa me creó muchas dudas. La vez anterior había ido con culotte corto y chaquetilla y chaleco en la parte de arriba. Pero también fue entrado en marzo. Al final decidí ir de largo abajo y arriba camiseta térmica, maillot corto, chaleco y eché la chaqueta al maletero "por si acaso". Además del gorrito para debajo del casco y los cubrezapatillas.  Me quedé con la duda de si no habría sido mejor ir de corto abajo, con perneras para quitarlas, y arriba igual la vez anterior, con manguitos. Al final salí con todo puesto y pasé por una amplia variedad de temperaturas en la ruta: frío, calor y más frío para finalizar. No me faltó ropa y me sobró en algún punto.

El futuro, 200 Kilómetros después de comenzar. Con una bici barata.

El evento comenzó a las ocho de la mañana en Algete. Con frío pero prometía hacer un día soleado. Nada más llegar me encontré con los compañeros del Pakefte, saludando a Agus, Antonio, Jaime y Sebas (en estricto orden alfabético y sin preferencias). Cuando salí de recoger el carné para sellar en los puntos de control me estaban esperando todos menos Sebas, que ya había salido con otros compañeros.

La asistencia creo que era la más alta en mi poca experiencia. Más adelante me comentaron que, según los organizadores, unos 240 ciclistas se habían inscrito. Si a esto sumas a los piratas que se suman sin pagar la cuota de inscripción (ni que ocho euros fuese demasiado para gente que lleva unos cientos largos en equipación)  se puede hacer uno a la idea de la gente que había en la salida. De hecho tuvieron que ir haciendo cortes en pequeños grupos para no salir todos a la vez a la carretera. Con todo esto salimos los cuatro del escuadrón suicida a eso de las 08:15.

No voy a comentar la ruta paso a paso, ya que sería reescribir lo mismo que en mi primera Brevet de 2017, aunque hay diferencias muy notables en cuanto a mi forma de afrontarlo. Si aquella vez salí en modo supervivencia y en solitario, aunque con la confianza de los kilómetros acumulados en los meses anteriores y un par de salidas de 150 kilómetros, esta vez salía en grupo y con la incógnita de si iba con suficiente forma adquirida en el gimnasio.

Para poder entender un poco mejor las diferentes situaciones, podría dividir la ruta en tres partes muy diferenciadas:

La primera es la que rodé en grupo, o algo parecido, hasta Jadraque. 82 kilómetros aproximadamente que empezaron al trantran y que acabaron llegando al control hecho un auténtico asco. En este tramo Antonio, Jaime y Agus tuvieron una infinita paciencia, esperándome para rodar juntos y ayudándome más de lo que se puede pedir. Un par de veces que se fueron y pararon más adelante a cambiar ropa y esperar, yo no me detuve para minimizar el tiempo perdido lo máximo posible, aunque al poco me alcanzaban. Aunque no era capaz de seguirles, el esfuerzo que realicé para intentar ir a su ritmo (la culpa real es de mi falta de rodaje), me pasó una factura muy costosa.

En Jadraque parada a sellar la Brevet y pincho de tortilla con un café con leche junto a Agus. Jaime y Antonio se habían ido al bar del pavo que no tenía sello para sellar, en un alarde pakeftiano.

Además de por la hora, ya noté que íbamos muy lento. En comparación con el 2017, el bar ya estaba vacío y no había una montonera de bicicletas en la puerta.

Aquí empezó la segunda parte del recorrido.

Cuando acabamos la parada, iniciamos la subida al castillo. Yo la recordaba muy bien de la primera vez y tenía claro nada más dar la primera pedalada que no iba ni a intentar, muy a mi pesar, ir con el grupo. En parte egoístamente, para poder ponerme en modo supervivencia e intentar llegar al final y en parte para descargarme del estrés de hacer a los demás ir a un ritmo lento y con falta de constancia. En ningún momento me planteé retirarme buscando una salida hacia el tren. Aunque sí me rondaba la cabeza que tuviesen que venir a "rescatarme" a saber cuándo y dónde.

Ya me sobraba toda la ropa. Me quité la chaqueta y la metí, como pude, en la bolsa del manillar. Lo que había dentro de la bolsa lo repartí entre los bolsillos del chaleco. También me quité el gorrito y cambié los guantes gruesos por unos más finos. Así, en maillot corto pero con la camiseta térmica asomando por las mangas, hice la mayor parte de lo que quedaba.

Me apreté un gel y me lié a pedalear cuesta arriba con todo metido. Curiosamente, aquí es cuando empecé a recuperar, subiendo. Cuando llegué a Miralrío, lugar en el que me pasé el desvío y me hice cinco kilómetros de regalo la vez anterior, ya me notaba con las piernas más relajadas (o menos agarrotadas) y, anímicamente, mucho mejor.

Si un pueblo se llama Miralrío y está arriba, y bajas hasta el río luego te toca subir. Y la subida que hay se hace larga. Justo antes de comenzar la subida, paré a comer algo y a estirar un poco. Me puse música en un móvil viejo que llevo de backup, un concierto de los Scorpions, que me animó en ese tramo pesado de subida. Poco a poco.

De ahí, pasando por un tramo recto y pesado que, menos mal, en esta ocasión no soplaba el viento, llegué a Brihuega. Siguiente control. Coca Cola (ya ni recuerdo si zero o normal) comí algo de lo que llevaba y estuve hablando un ratillo con dos ciclistas que iban en reclinadas y que perdí de vista al poco de salir del control. A seguir de camino al siguiente control en Humanes.

Este tramo no es nada del otro mundo. Se rueda rápido y se baja más rápido. Al pasar por Torre del Burgo, lugar al que llegas de bajada y vas muy fuerte, tuve que frenar prácticamente a cero ya que los dos de las reclinadas iban por medio de la calzada mirando el paisaje y cruzándose de un lado a otro. La verdad es que me fastidió un poco bastante.

Al llegar al control en Humanes me encontré con la persona que conducía el coche de asistencia del GDC Pueblo Nuevo. Estuve un rato hablando con él (siento no saber/acordarme de su nombre, pero me pasa con frecuencia). Me dijo que por detrás iban pocos, pero que pensaba que se iban a retirar o se habían retirado ya. Así que, prácticamente, yo iba cerrando el "pelotón".

Sellado. Coca Cola y a seguir dando pedales. Volví a ponerme música, esta vez opté por Iron Maiden. Quedaba la peor parte, según mis recuerdos: Málaga del Fresno.

En esta población hice una parada para poner las luces, delantera y trasera, ya que iba poniéndose el Sol. Empecé a hacer cálculos horarios y me daban que llegaba con un poco de tiempo de sobra, sobre las 21:00. Seguí a ritmo de supervivencia.

Estos tramos de subidas y bajadas no se me hicieron tan pesados como la primera vez. Incluso diría que se me hicieron más cortos aunque los tiempos digan lo contrario.

El sobreesfuerzo de la primera parte del recorrido lo acusaba mucho en las subidas. Si bien llaneando podía mantener un ritmo relativamente ligero, en las subidas tenía que ir con todo metido. Y todo es más que en la vez anterior que hice la Brevet, ya que le instalé un piñón más grande a la bicicleta posteriormente.

Al superar esta zona y llegar a Fuentelahiguera hay una bajada muy rápida, de poco más de un kilómetro, antes de la subida a Viñuelas, en la que me quedé helado.

Tercera parte y final.

Al legar a esta población, en el que la ruta ya es coincidente con el tramo de ida, paré a ponerme toda la ropa que tenía. Ya era de noche cerrada y me dispuse a rodar lo más rápido posible, dentro de mis limitaciones y mi estado. Los cálculos me seguían dando que llegaba en tiempo, con un margen de una media hora incluso parando brevemente en algún punto. Ya lo veía casi hecho a falta de poco más de 30 kilómetros para finalizar. Pero 30 kilómetros pueden ser muy largos cuando llevas 170, mal hechos, en las piernas. La verdad es que, durante las horas anteriores me daba incluso igual llegar fuera de tiempo mientras llegase. Pero llegados a este punto quería llegar en tiempo.

En un par de subidas renqueé, pero no iba tan mal. Los coches me pasaban, no muchos pero sí los suficientes. La verdad es que me respetaron exquisitamente. Salvo un puñetero profesional del volante con coche blanco, que me dio y mantuvo las largas viniendo de frente. El único.

El foco delantero cumplió su función, estoy muy contento con él. Lo llevé de continuo a máxima potencia y conectado a un power bank externo, para prevenir que se descargase.

Al llegar a El Casar paré en la gasolinera a comprar agua (excusa), que me había quedado prácticamente a cero. Tenía un antojo terrible de un bollo de chocolate y me compré un cuerno y di cuenta de él.

Rodar y rodar. En Alalpardo tuve que parar para confirmar la dirección a seguir. La vez anterior esa parte la había rodado junto a Emilio, del GDC Pueblo Nuevo, y me había guiado, no fijándome mucho en los diferentes desvíos. Y en 2018, que me retiré, regresé a Algete directo. El tramo desde Fuente el Saz hasta Algete se me hizo especialmente largo, aunque no lo es mucho en distancia.

Finalmente llegué al polideportivo de Algete a las 21:05. Con veinticinco minutos de margen, sin tener en cuenta los quince minutos tarde que habíamos salido. Ya no quedaban coches en el parking, lo que me hizo suponer que había hecho un tiempo lamentable y había llegado el último: había tardado dos horas más que en 2017. Pero no me importó lo más mínimo. Había terminado "sin querer".

Terminado y con cara de bollo, puñeteras cintas del casco :-D
Varias cosas:

El intentar ir con el grupo en la primera parte me penalizó mucho posteriormente. Pero lo cierto es que, de no haber ido con ellos y no haber contado con su ayuda, seguramente habría hecho la del año 2018: llegar a X kilómetros y darme la vuelta. Ir con ellos hizo que llegase a Jadraque y que lo marcase como "punto de no retorno" en mi cerebro. Mis agradecimientos eternos a la paciencia de Agus, Antonio y Jaime. No habría terminado sin ellos.

Un factor determinante fue la ausencia total de viento. De haber tenido este handicap estoy seguro de que no habría terminado.

La música me ayudó mucho en las subidas y en los tramos malos. Si bien no la suelo llevar en las salidas de fin de semana, ya lo había probado en el 200 "negro" que hice en el 2017 yo solo y me había amenizado mucho. La llevo con el altavoz del móvil y es más que suficiente.

Había llevado la cámara de vídeo de acción y no tuve ni ganas de sacarla de la bolsa. Tampoco hice fotos. Ese es el motivo por el cual hay mucho texto y pocas imágenes.

Como conocía la ruta, sabía que el avituallamiento no es muy bueno en esa zona, especialmente en la zona de Humanes. Así que me llevé alimento de sobra para no tener que depender de factores externos. En la foto va con lo que salí.


De lo que se ve, me sobraron los dos sobres para la bebida isotónica (bebí un bidón de esta bebida y unos tres de agua), las dos barritas PowerBar y una SIS, un plátano, las galletas y de los tres sándwich, de pavo y queso, el último me lo comí al llegar al final. Además me comí un pincho de tortilla en Jadraque, y el cuerno de chocolate en El Casar. El resto lo comí sobre la bici. Antes de la subida al castillo de Jadraque me tomé un gel SIS y el segundo no recuerdo si en la subida pasada Miralrío o en Málaga del Fresno... el tercero me lo apreté en Viñuelas, creo.

Por comparar, los tiempos de paso por los controles en 2017 y en esta ocasión:

TIEMPOS
2017 2019
Salida 08:00 08:15
Jadraque 11:35 12:30
Brihuega 13:55 15:00
Humanes 15:37 16:45
Final 18:49 21:05

La velocidad media ha sido notablemente inferior, reduciéndose de los 21,6 Km/H a 17,9 Km/H.

También he hecho más paradas y, sin entrar a analizar al detalle, la sensación es de que han sido más largas.

Y dicho esto, el sábado que viene, día 9 de marzo, hay otra Brevet de 200 que lleva a Atienza y ya estoy inscrito... No aprendo.

La ruta en Strava:

miércoles, 16 de agosto de 2017

Brevet negra 200Km Parla a Recas

Llevaba tiempo queriendo hacer una salida en bicicleta más larga de lo habitual en mis paseos de fin de semana, que rondara los 200 Km. Así que preparé un par de rutas para el domingo pasado, una hacia el este y otra hacia el oeste, dejando pendiente la elección de cual hacer en base a la previsión meteorológica. Al final la elegida fue ir de Parla a Recas saliendo hacia el este, ya que la previsión del viento era que soplaría del S-SE y así podría llevarlo de cara o frontal-lateral hasta la mitad del recorrido aproximadamente y, en teoría, de culo al final.

La noche anterior preparé la bici y las cosas que tenía que llevar en la bolsa del manillar.

Además de tres barritas y un par de geles, me preparé tres sándwiches: dos de pavo y queso y uno de miel. Además de un par de plátanos y un paquete de galletas con choco que me gustan bastante, como capricho. Y un par de bolsitas con polvos mágicos para rellenar dos veces el bidón de bebida isotónica.



También eché a la bolsa un par de baterías para recargar el móvil y el foco delantero y un frontal para el casco, por si me hacía falta.

En cuanto a ropa salía de corto, que estamos en agosto y estaba claro que me iba a caer una buena tostadera encima, pero al salir de noche eché los manguitos por si acaso, que me vinieron bien posteriormente. También el chaleco reflectante para circular en la oscuridad.

Mi previsión era salir a las cinco de la mañana para terminar a las cuatro de la tarde. Y puntualmente empecé a rodar.



En Pinto estaban de fiestas, algo que abunda en España en agosto y que me iba a encontrar en otro par de pueblos después. Al paso por allí a las 5:15 el espectáculo era dantesco, con media docena de personas en estado de embriaguez caminando por medio de la calle como zombies. Me crucé con dos coches, uno circulando sin luces y otro haciendo un cambio de sentido ilegal en un sitio peligroso. Salí de allí sin mirar atrás.

A las 5:40 llegué a San Martín de la Vega y, antes de comenzar la bajada de la yesera, paré un par de minutos a ponerme los manguitos. El primer tramo de bajada ya me había enfriado un poco y es habitual que en la vega descienda más la temperatura.

Aunque ya había circulado de noche en la Brevet 300 Km por la Alcarria del G.D.C. Pueblo Nuevo en abril, al rodar en grupo no había apreciado como alumbraba el foco delantero, un Sigma Buster 200. No tuve ningún problema de visibilidad, ni siquiera bajando La Nueva hasta Morata de Tajuña, que se va rápido. En esta población, después de hora y veinte rodando y con el foco a máxima intensidad, se encendió el aviso de que estaba agotándose la batería. La conecté a una batería externa y siguió cumpliendo su cometido hasta pasado el amanecer. Las especificaciones de la luz dicen que, a máxima intensidad, tiene una duración de hora y media. La luz trasera, una Apace Vision, estuvo luciendo a baja intensidad hasta, al menos, nueve horas después de su encendido. En la parada en Villasequilla seguía encendida.

Entre Perales de Tajuña y Valdelaguna empezó a amanecer y aproveché para comer por primera vez. Un plátano. La temperatura había descendido a 12,5º No tenía sensación de frío pero agradecí mucho los manguitos. En algún momento eché de menos el chaleco (no el reflectante que llevaba puesto, que no conserva el calor aunque te hace sudar la espalda)

El recorrido por esta zona, pasando por Colmenar de Oreja y en dirección a Lillo tuvo un poco de todo. La bajada al río Tajo, desde Colmenar es muy rápida y me gustó. Decidí comer un sandwich en esa bajada y creo que no fue el momento más adecuado. Luego vino la subida hasta Villarrubia de Santiago que se hizo dura, pero llevadera, poco a poco.

Alcancé Villatobas y desde ahí a Lillo sufrí bastante. La carretera está en muy mal estado, descarnada, con mucho bache. Era un tramo largo de 23 Km. hasta Lillo y a mitad de camino tuve que parar un cuarto de hora para descansar, ya que tenía bastantes molestias en general por el bacheado, sobre todo en los hombros y el cuello. Aproveché para quitarme los manguitos y el chaleco reflectante y comer.



Mi plan inicial era haber parado en Villatobas para desayunar un café y comer algo pero iba con ganas y seguí sin realizar el alto. Además en esta población me equivoqué en un desvío y tomé la carretera en la dirección contraria a la que debía llevar, lo que me supuso rodar un kilómetro y poco de más.

A partir de la parada la carretera mejora un poco, pero sigue siendo bastante mala. Deja de estar descarnada pero sigue con el firme bastante irregular, como con "arrugas". Vas dando botes y tienes que tener cuidado para no perder el control de la bici. A esto se juntó que el aire soplaba en contra todo este tramo, como estaba previsto.

En Lillo, kilómetro 107 y mitad de trayecto aproximado, paré a comprar agua para reponer los dos bidones, el de agua y el de isotónica con una de las bolsitas con polvos. Me encontré con otros dos ciclistas con los que conversé un rato. Cuando les dije lo que llevaba y lo que me quedaba me miraban con cara rara e insistían en indicarme carreteras que me hacían más directa la ruta. Por más que les decía que lo que quería era hacer los kilómetros, no llegar antes. No sé si lo entendieron o pensaban que estaba pirado.

A partir de Lillo la siguiente "etapa" era llegar a Mora (realmente me desvié un poco antes),  pasando por El Romeral y Tembleque. Unos 40 Km. en los que pude rodar a ritmo por buena carretera y con un paisaje, en algún momento, agradable. La zona no es que sea un vergel ni mucho menos.

Aunque el tramo más monótono creo que fue el que emprendía ahora, entre Mora y Villasequilla. Al llegar a esta población paré en un bar y me comí un pincho de tortilla, no muy rica aunque creo que fue por el calentón en el microondas (suelo decir que no lo hagan, pero se me pasó en esta ocasión)



Desde hacía ya rato llevaba los cuadriceps muy cargados y doloridos. Aproveché para estirar un poco pero no hubo efecto positivo en ello.

A estas alturas y desde hacía una hora más o menos el calor ya había empezado a apretar bien y lo acusaba sobre todo en las subidas, donde vas mucho más despacio y el aire no te refresca. Empezaba a estar bastante tostado y con ganas de terminar. Me restaban unos 35 kilómetros para finalizar e iba en tiempo previsto. Además se me había olvidado ponerme protector solar y acabé más torrado que un cangrejo.

Seguí rodando, ya quedaba menos. Poco antes de llegar a Mocejón, sobre los 190 kilómetros de recorrido, empecé a sufrir un momento de crisis. El calor apretaba, mis cuadriceps estaban muy doloridos y me costaba mantener ritmo, sobre todo en las subidas. Pensé parar pero seguí dando pedales ya que me daba la impresión de que, si me bajaba de la bici en Mocejón, me tendrían que venir a buscar.

Llegué a Magán, que está a unos 3 Km. del anterior, y vi una fuente a la que me tiré de cabeza. Literal. Metí la cabeza debajo del agua y me dio por meter también las piernas y, no me explico como, los cuadriceps dejaron de doler instantáneamente. La verdad es que esto me animó mucho. Aproveché para comprar más agua en un establecimiento de chinos que estaba abierto a las tres de la tarde y que me salvó. En principio había rellenado en la fuente, pero lo cierto es que no estaba muy fresca.



A partir de aquí, con los ánimos renovados, me quedaban unos 15 kilómetros, todo en subida ligera y que he recorrido un montón de veces, pero con bastante menos distancia en las piernas. Unas rampas antes de Yunclillos y de ahí a Recas en constante subida con una rampa al final que te fastidia bastante.

A las 16:00 llegué a Recas, cumpliendo con mi previsión, aunque las paradas y momentos de comida los hice cuando necesité más que por lo pensado.





Algunas cosas:

Mirando los números con posterioridad mi cadencia ha sido más baja de lo habitual, en torno a 79. Esto lo achaco (o creo que puede ser) a que últimamente ruedo más con menos desarrollo. No sé si es bueno o no para mi y mis rodillas, pero es lo que me piden las piernas. Tendré que mirarlo.

No recuerdo exactamente los momentos en los que comí, casi todos sobre la bici, pero de todo lo que llevaba al final me comí los dos sandwiches de pavo y queso; el sándwich de miel; los dos plátanos; el paquete de galletas y una barrita. Además del pincho de tortilla. Calculo que bebí unos ocho litros de líquido en total.

No ingerí ningún gel (en las dos Brevets que había hecho este año sí que los comí), aunque estuve tentado a la altura de Mocejón en el momento tonto del día. Esto fue así por los comentarios de Javier que dice que en las Brevets, al rodar con baja intensidad, no son necesarios y con la comida "normal" basta.

Eché mucho de menos el ambiente de Brevet. Aunque el hecho al final sea el mismo: rodar una distancia en unos tiempos que te marques, bien sea por reglamento o personalmente. El tener que sellar, encontrarte con otros ciclistas y conversar, es muy ameno e interesante.

Me ayudó mucho llevar música. Un viejo móvil que ya no se utiliza viene bien como reproductor de música y además la batería dura mucho si lo usas solo para esto sin conectividad.

Las carreteras por las que circulé la verdad es que no tenían mucha circulación de coches y esto hace que ruedes con mucha tranquilidad. El único imbécil con el que tuve el placer de cruzarme fue un autobús de línea a la altura de Valdelaguna sobre las 7:20 más o menos. Que, teniendo carril de lentos, carril normal y el carril de sentido contrario, todos vacíos sin más coches, él y yo solos, me adelantó a menos de un metro. Estas cosas no se hacen sin querer.

El recorrido, pese a ser por zonas que en teoría son llanas, es un continuo sube y baja. Según Strava 1800 metros de desnivel positivo. Algunas cuestas son interesantes y desgastan.

Acabé mucho más cansado que en el 200 Km. de Jadraque y bastante más que en el 300 Km. de La Alcarria que se me hizo más llevadero, seguro que por ir en grupo con la gente del Pakefte.

Llevo desde junio utilizando un Sillín Brooks B17 Standard Imperial que me dio Javier. Me gusta este sillín, he terminado sin ninguna molestia en el culo. Y eso que ya estaba utilizado por él y no es lo más apropiado en estos sillines, que se adaptan al culo de cada uno con el uso.

Necesito un GPS para la bici.

Aquí tenéis un vídeo que he hecho de la ruta:


Y la ruta en Strava:

domingo, 14 de mayo de 2017

Mi primer puerto: La Morcuera

No sé si realmente puedo decir que sea el primer puerto que subo. El año pasado ya hice La Campa con Javier en Asturias, aunque no sé si está considerado de esa forma.

El caso es que hoy he salido con la gente del Pakefte que tenían la intención inicial de partir desde el carril bici de la carretera de Colmenar para pasar Tres Cantos; Colmenar; Soto del Real; Miraflores; subir a la Morcuera; llegar a Rascafría y subir Cotos y Navacerrada. Para regresar por Cerceda hacia Colmenar y de nuevo al punto de partida. Al final se ha trastocado la ruta un poco.

La hora de quedada eran las ocho de la mañana y mi duda, al vivir lejos de la zona de partida, era si desplazarme en coche o en tren. Al final decidí ir en tren y bajarme en la estación de El Goloso, para allí esperar a que pasar por el carril bici e incorporarme a la grupeta (Gracias, Juan, por las indicaciones).

Así que, después del madrugón a las 06:00 (teniendo en cuenta de que yo no me duermo habitualmente antes de las 02:00) a las 07:15 salía el tren y yo estaba montado en él, por primera vez con la bici a cuestas.


La gente que sube al tren a esas horas te mira como pensando ¿éste pavo a dónde va a estas horas? Igual piensan que te pagan o algo. A lo largo del trayecto nos juntamos tres o cuatro bicis más.

En ¿Chamartín? (yo iba empanado con los cascos y la verdad es que se podía haber subido Godzilla y me habría quedado igual) se ha subido Javi al tren con su bici, que también venía al mismo sarao, y me ha convencido para bajarnos en Fuencarral e ir dando pedales hasta el punto inicial, con lo cual mi plan de ir a El Goloso ha cambiado y hemos recorrido los 3 kilómetros que hay de la estación hasta "La Loca"

Una vez allí nos hemos encontrado con Antonio; Buje y Marcin y los cinco hemos emprendido camino.

El tramo hasta Miraflores ha transcurrido sin mayores. A la altura de Colmenar me he comido una barrita. Pero a partir de ahí había que afrontar la subida a la Morcuera. Yo conocía ese puerto por haberlo subido y bajado andando, por caminos, hace años. Pero no me podía imaginar lo duro que es en bicicleta. Al menos para un novato como yo.

En Miraflores parada breve para quitar ropa. Al poco de empezar la ascensión he perdido de vista al resto del grupo, por delante, que me he quedado como una piedra. Menos mal que llevo tres platos y el pequeño es muy útil para estas cosas. Así que, con la cadencia atrancada, he ido ascendiendo poco a poco. Pero lo peor estaba por llegar. Es ver el cartel de "kilómetro 13" y aquello empieza a empinarse, endureciéndose bastante. En una curva a izquierdas, con un pequeño puente, en una zona muy dura, estuve tentado de echar pie a tierra y mandar aquello al carajo. Pero creo que toda la sangre estaba en mis piernas y mi cerebro la única función que cumplía era ordenar a estas que siguieran pedaleando y mantener el equilibrio, así que seguí dando zapatazos a los pedales.

Un kilómetro bastante duro y después la cosa se "suaviza" un poco. Y así hasta el puerto, en el que me estaban esperando el resto. Debían llevar allí quince minutos al menos. Aunque Javi me dijo que acababa de llegar yo creo que es una mentira piadosa para conmigo :)

Dejando constancia de que he llegado ahí con una bici barata del Deca :-D
Ahí Javi ha decidido que se volvía por el mismo camino y nos hemos quedado cuatro. La verdad es que a mi se me ha pasado por la cabeza regresar con él, ya que iba bastante tocado por la subida, pero creo que ha habido algún comentario al respecto y no ha ido a más el tema. Al poco de empezar la bajada he parado para volver a ponerme ropa de abrigo, que todavía recuerdo el frío que pasé en la bajada de Pezuela de las Torres en la Brevet de hace un mes. Descenso rápido y fresco con una barricada de vacas en mitad de la carretera que miraban mal, sobre todo a Antonio, al que hacían ojitos. 15 kilómetros de descenso y llegada a Rascafría.

Parada a comer algo en un bar de Rascafría, previo paso por un tramo de pavé con el que te retumba el cerebro. Al parar en La Morcuera para la foto de rigor pisé algo de tierra húmeda y al ir a soltar la cala del pedal, esta decidió que no era el momento, y casi me cargo a Buje. Tuve que dar una pedalada rápida para no caerme y le golpeé en la espalda al pasarle demasiado cerca. Espero que no le duela cuando se enfríe.

Hemos cogido fuerzas con una tortilla de patatas infame junto con un café con leche y de postre un plátano que llevaba en la bolsa del manillar.

Se ha decidido que se nos iba a hacer muy tarde si continuábamos con la ruta prevista (seguramente parte de culpa la haya tenido mi lentitud en la subida del puerto) y hemos tomado regreso por el mismo camino. Así que tocaba volver a subir La Morcuera por la vertiente recién descendida. Me había dado la sensación al bajar que sus rampas eran menos agresivas que por la cara de Miraflores.

Marcin se separó de nosotros para subir por Cotos y Navacerrada de regreso a su domicilio.

Al inicio de la subida ooootra vez perdí a Buje y a Antonio al poco de iniciar. Y eso que iban despacio. Pero entre lo empinado que estaba aquello, que mis fuerzas ya estaban flaqueando bastante y, que en definitiva, subo muy despacio en general, cuando llegué arriba llevaban veinte minutos de espera. La subida se me hizo bastante larga, menos agresiva que por el otro lado, como había intuido al descender y comentaba antes, pero las curvas en cada revuelta endurecían aquello. Y, aunque estoy acostumbrado a que me pasen en las salidas, sobre todo subiendo, y mentalmente no es algo que me afecte en absoluto, el ver que otros ciclistas te adelantan con una "facilidad" pasmosa (que su esfuerzo están realizando), en esta ocasión no me ha ayudado demasiado.

En la pequeña parada en el puerto me apreté un gel pensando en que recuperaría en la bajada y el gel ayudaría a ello.

Bajada hacia Miraflores muy rápida de nuevo. Con el tiempo me doy cuenta de que al menos en las bajadas voy mejorando algo. Antes iba con mucho miedo y pasar de 35 ó 40 me parecía una locura. Ahora lo sigo teniendo pero bajo más ligero y creo que tomo mejor las curvas que hace meses. Eso sí, con cada ciclista que subía y que me cruzaba me venía a la cabeza lo que me había costado pedalear por ahí hacía poco.

No lo tengo muy claro, pero de ahí en adelante creo que ya no paramos.

Nos volvimos a incorporar al carril bici de la carretera de Colmenar en Soto del Real y rodamos más o menos ligeros pese al viento de cara que llevaba soplando, si no recuerdo mal, desde el puerto.

Ya en el carril cada repecho se me hacía un mundo. En El Goloso me separé de Antonio y Buje para coger el tren de regreso a casa.

Echo en falta una foto de todos en el puerto, pero no caí en hacerla.

Un comentario sobre el carril: parece que lo ha diseñado el enemigo o un primo aventajado de Calatrava. Tiene algunos repechos y curvas que no es normal para una infraestructura de este tipo. Por no hablar del estado de dejadez en cuanto a su mantenimiento en el que se encuentra.

La ruta en Strava

domingo, 23 de abril de 2017

Brevet 300 Km. La Alcarria GDC Pueblo Nuevo.

Si no tuve bastante con la Brevet de 200 Km. de hace un mes, haciendo gala de mi inconsciencia me inscribí para realizar una de 300 Km. que organiza el GDC Pueblo Nuevo, en ésta ocasión recorriendo tierras de la Alcarria por las provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca.

Mi principal duda a lo largo de la semana era la equipación a llevar. No tenía claro si ir de corto o de largo. Al final me decidí por culotte corto (el frío no lo acuso en las piernas) y maillot corto con manguitos y chaleco. En el 200, un mes antes, lo pasé bien así (sin manguitos pero con manga larga) y pensé que metidos más en primavera la cosa sería incluso mejor para ir en manga corta en cuanto el sol empezara a calentar. Que equivocado estaba.

Al menos decidí llevarme un gorrito con Windstopper que es una maravilla para el frío.

El culotte, un Castelli Volo bibshort que me compré hace poco, y que ya había probado un par de veces, vale cada euro que he pagado. En estas cosas creo que se nota mucho la calidad y el culo lo agradece.


Una cosa que estrenaba eran las guantes cortos. Esta misma semana se me rompieron los guantes que tenía. Unos Spiuk topten que me recomendaron en la tienda como muy buenos, que costaron una pasta y con los que tuve problemas desde el principio. Los compré el verano pasado y a las dos salidas se habían ido todas las costuras. En la tienda los enviaron al fabricante y me dieron otros nuevos, disculpándose porque no era habitual. Pero sí lo era, y los segundos no han durado mucho más.  Así que tuve que comprar unos nuevos y utilizarlos en las horas más cálidas sin saber como me iban a ir. Por suerte fueron bien.



Al tener que rodar de noche varias horas hay que ir equipado con luces delanteras y traseras así como con un chaleco reflectante. La luz trasera la tenía, pero para el foco delantero me hice con un Sigma Buster 200 que me fue bien. En la bajada de Campo Real a Loeches, ya de noche y muy rápida, me alumbró sin problemas luciendo al máximo de su potencia, de las tres que puedes elegir, al margen de los modos parpadeo. Lo bueno es que se puede recargar mientras lo utilizas y, si en algún momento pongo una dinamo, se puede utilizar. La parte negativa es que, con la bolsa de manillar, la tuve que fijar en un brazo de la horquilla y creo que no es la posición más óptima para ella. Una vez que dejé de necesitarlo al amanecer lo recargué con una batería externa que llevo para que estuviese listo para la noche.


En cuanto a comida, llevaba todo lo necesario para ir comiendo en caso de no encontrar ningún sitio en condiciones, tal como me pasó en el 200, aunque esta vez sí hubo más suerte. Llevé lo de la foto más dos sandwichs de jamón y queso y un par de plátanos. Además siempre llevo en la bolsa del sillín un gel y una bolsa con polvos mágicos para "emergencias"

De todo esto me comí una barrita energética y dos gominolas que ingerí sobre la bicicleta a lo largo de la ruta; dos geles; un sandwich; los dos plátanos y una bolsa de polvos mágicos para reponer un bote de líquido. Además de una magdalena gigante en el primer control, un "montadito" de tortilla que me dio para dos paradas y un Donut. Y !turrolate! una bomba con las que nos obsequió José. Además de cafés varios y Coca-Colas.

Provisiones.
Montadito de tortilla.
Entiendo que la gente no comprenda que te puedas levantar antes de las cuatro de la mañana para empezar a dar pedales a las seis y más pagando por ello. Cuesta y más, si como yo, estás acostumbrado a no dormirte ningún día antes de las dos. Pero a esa hora sonó el despertador y desayuné lo mismo que de costumbre un café y tres rebanadas de pan tostado, dos con miel y una con aceite y añadí para la ocasión una naranja. Ya había dejado preparado todo lo necesario el día anterior y solo tuve que cargarlo en el coche y dirigirme hacia Loeches.

En esta ocasión habíamos quedado siete personas del Pakefte para hacer el recorrido juntos: Antonio; Pepe; José; Agus; "Buje"; Sebas (con la idea de hacer parte con nosotros y luego regresar por compromisos) y yo mismo. No tenía todas conmigo para hacer la totalidad de la Brevet en compañía. Si iba a ser capaz de mantener el ritmo de un grupo, pero los beneficios de la buena compañía, sobre todo en los momentos malos, que los tienes, superan a las "obligaciones" de rodar en grupo como mantener ritmo aunque te saque un poco de punto.

A las seis ya habíamos recogido el carné de la Brevet, pasado la revisión de luces de las bicicletas y chaleco y empezábamos a rodar de noche. Previamente fuimos testigos de un momento surrealista. La salida tenía lugar en una gasolinera que estaba cerrada. Poco antes de salir llegó el "gasolinero" un personaje que se bajó del coche pegando gritos, enarbolando el móvil en la mano en alto y gritando"todos fuera", "si no estáis fuera en 3,2,1 llamo a la policía". En fin, hay gente que tiene mal despertar y una facilidad pasmosa para perder posibles clientes.

Guiados por Sebas, conocedor de la zona y que nos fue sacando por los diferentes desvíos sin dudar, a los diez minutos ya había entrado en calor y rodábamos en grupo sin problemas y con alegría en continua subida hasta Pezuela de las Torres. Durante este tiempo tuvimos el deshonor de ir "liderando" en cabeza hasta que nos alcanzó otro grupo.

Pero lo idílico dura poco y después de Pezuela llegamos a una bajada pronunciada de unos cuatro kilómetros que nos dejó literalmente congelados. Alguno comentó que el termómetro llegó a marcar -5º y no sé si es cierto, pero la realidad es que estuve hasta el primer control, en Masegoso, con las manos y los pies insensibles. (Editado: Sebas fue el que comentó lo de los -5º lo cual nos da un dato fiable). No podía accionar la palanca del cambio de platos y en una ocasión, por torpeza e insensibilidad, bajé de plato sin querer y me costó un esfuerzo considerable subir de nuevo. Aunque llevaba guantes largos con Windstopper, eché de menos otros de invierno más fuertes que tengo. Y doy gracias a los manguitos y el gorro, porque lo habría pasado realmente mal de no llevarlos. Realmente el cuerpo y las piernas los llevaba relativamente bien, pero las manos, los pies y la boca estaban totalmente insensibles. Tanto es así que no podía coger el bote de agua para beber y prácticamente fui sin ingerir líquido hasta el control en el kilómetro 98. Algo que está muy mal, pero así son las cosas.

Antes de llegar al primer control paramos un par de minutos a la altura, que no altitud, de Valfermoso de Tajuña a soltar peso líquido (vamos, a mear) y de paso aproveché y me comí un plátano.

Rodamos hasta el primer control en Masegoso recorriendo la vega del Tajuña, esperando que apareciese el Sol detrás de los montes para que nos calentara. Realmente fueron unas horas muy duras sin recuperar temperatura.

En Masegoso parada a sellar la Brevet (lo primero, que si se olvida es una faena seria) y a desayunar. Después de superar el caos que tenían a la hora de atender y la falta de tortilla de patatas, pedí un café con leche y una magdalena (muy rica) que acompañé con un sanwich de jamón y queso de los que llevaba y un gel de postre. Nos sentamos en una mesa al Sol y parece que empezamos a sentirnos humanos de nuevo al calor del astro rey.

Los sábados al sol. Pepe y Antonio reponiendo energías en Masegoso.
Media hora después volvimos a posar el trasero sobre el sillín y encaramos de nuevo la carretera.

Y aquí llegó mi momento crisis. A unos diez kilómetros de arrancar me empezó a doler seriamente la rodilla derecha y cualquier pequeño repecho, que de normal lo habría podido superar sin problemas, me suponía un serio obstáculo. Llegué a cuestionarme seriamente si sería capaz de completar el recorrido con doscientos kilómetros por delante. Como habíamos decidido parar en Sacedón a comer, porque el segundo control ya nos pillaba en el kilómetro 214 e iba a ser tarde, decidí seguir rodando de una forma muy conservadora, con el desarrollo más flojo posible en cualquier pequeño repecho o subida, y recuperando en el llano o bajando, ya que a cadencia alta de pedaleo sufría menos.

Así, intentando perseguir la rueda de Antonio y Buje que son ruedas fantásticas para seguir, especialmente la de Buje en las subidas por lo continuado de su ritmo, fuimos comiendo kilómetros poco a poco en una continua sucesión de subidas y bajadas rompe piernas. Con Sebas, que va fortísimo y es un espectáculo, parando cada cierto tiempo porque se le caía la pernera y se la tenía que recolocar y cazándonos de nuevo al poco. Y con Agus escuchando música.

En un momento determinado (creo que fue en este tramo antes de comer, pero podría haber sido después, no lo tengo claro) Buje paró en mitad de la carretera a recoger unas barritas energéticas. Yo pensé que se le habían caído y las quería recuperar. Pero al que se la cayeron fue a un ciclista anónimo, supongo :) Que cada uno saque sus conclusiones.

Buje haciéndonos fotos a traición.

Otra foto de Buje. Hidratándome

Llegamos a Sacedón, kilómetro 155 y mitad de camino, a la hora de comer con hambre general y, yo en particular con la rodilla sufriendo. José me dio un anti-inflamatorio (yo lo llevaba en el 200 pero en esta ocasión se me olvidaron) e hice unos estiramientos con esperanza de recuperar la rodilla.

Y nos dimos a la comida. Unos montados (menos mal que alguien preguntó el tamaño porque habíamos pedido bocadillos) de un tamaño exagerado. En mi caso de tortilla española (sin cebolla -1) pero no sé si por el hambre, me supo riquísimo. Me sobró como un tercio que guardé para más tarde.

Pepe, en un ejercicio de generosidad, nos invitó a comer a todos.

Pepe, José, Agus, Sebas Buje y Antonio en el momento comida.

Montadito de tortilla.

No sé si la parada, la comida, el anti-inflamatorio, los estiramientos o un cúmulo de todo ello pero al empezar a rodar de nuevo la rodilla dejó de darme guerra. No del todo, pero sí lo suficiente como para poder permitirme ir en condiciones "normales". Mis rodillas son algo que me dan problemas habitualmente a la hora de montar en bici, supongo que por el exceso de peso que han soportado durante años.

En este momento nos separamos de Sebas, que emprendió regresó a su casa, con toda la pena porque no completaba la Brevet con nosotros, y continuamos camino rumbo al siguiente control.

El viento empezó a castigarnos fronto-lateralmente y lo sufrimos unos sesenta kilómetros. Estábamos haciendo un "completo" junto con el frío mañanero. Además, en algún momento a José se le ocurrió decir "¿habéis pensado en que nos puede pillar una tormenta?". José es una fuente inagotable de datos: cuanto queda; si es cuesta arriba; etc.

Atravesamos Huete, en el kilómetro 203 y ya estaba superando el máximo que había rodado en mi vida, con el 200 anterior. La verdad es que iba "mucho mejor" en cuanto a cansancio de lo esperado y seguía con ganas de rodar. La rodilla estaba aguantando y ya me permitía ir con desarrollos "normales" y seguir a ritmo. En una rotonda al salir de la población, José nos echó el alto. Era el momento Turrolate. ¿Qué es el Turrolate? pues no sé, una mezcla explosiva de chocolate con almendras muy rica. De las que te hace acumular lorzas sin ninguna duda, pero que iba a ser transformada en carburante y consumida en los cien kilómetros restantes.

A seguir rodando hasta el siguiente control en Carrascosa del Campo, kilómetro 214. Llegamos sin más, sellamos y comimos. Un café con leche, acompañado del tercio que me quedaba de bocadillo de tortilla y un plátano.

Ya "sólo" nos quedaba por hacer una salida corta de fin de semana. Lo que incluía un trozo de rompepiernas. Bajar hasta el Tajo y subir hasta Estremera. Para bajar de nuevo a Carabaña y subir a Campo Real. Vamos, un paseo.

En algún momento sobre el kilómetro 250 mi cuenta kilómetros empezó a marcar que iba a 90 por hora. Como soy consciente de mis limitaciones, algo me dijo que estaba fallando, reseteo y empezó a medir mejor, aunque perdí los datos y ya no sabía si nos quedaba más o menos. Sólo aproximadamente.

En Estremera paramos a alimentarnos de nuevo. Una Coca Cola y un donuts. Acompañado de un gel para finalizar el paseo. Ya estaba oscureciendo y nos pusimos en modo nocturno. Chalecos y luces. Y arrancamos.

Al poco de salir, subiendo, se me salió la cadena, creo que es la primera vez que me pasa con esta bicicleta. Así que me tocó parar a recolocar y pringarme las manos de grasa. Pepe me esperó para reengancharnos al grupo.

La subida desde Carabaña, con 270 kilómetros en las piernas, hace una gracia tremenda. Menos mal que la amenizaba Pepe "cantando" los porcentajes por los que íbamos: 6% 6,5% 7%... Y un precioso atardecer.

Al llegar al final de la subida estaban esperándonos Buje y Antonio en una rotonda y al poco llegaron José y Pepe. Agus iba por delante. Reanudamos la marcha hacia Campo Real, que alguien decía que era cuesta abajo, pero todavía no lo tengo claro.

Quedaban siete kilómetros cuesta abajo y esto ya estaba hecho salvo catástrofe. Bajada fuerte de noche con mucho tráfico y entramos juntos a Loeches. Sellamos el carné y un café para finalizar la jornada.

Brevet completada.

El Pakefte en la llegada.

En esta Brevet varias de las situaciones las he disfrutado por primera vez:

La primera que circulo de noche y utilizo iluminación para ver, no sólo para que me vean.

También la primera vez que hago esta cantidad de kilómetros.

Y nunca había rodado en grupo durante tanto tiempo. La compañía fue excepcional, algo que hizo más "fácil" la consecución del objetivo. Ayuda mucho en los momentos malos y hace más divertido el resto. No pensaba llegar a la par de ellos y mi previsión optimista, pensando que en algún punto me separaría, era finalizar sobre las doce de la noche. Esto dice mucho de la solidaridad para funcionar en equipo. Hay gente que podría rodar mucho más rápido y aguanta para adaptarse a los que vamos más lento. Y lo mismo en sentido contrario, aunque te haga salir de la zona de confort.

Alguna cosa suelta:

Tres veces, tres, decidimos explorar carreteras pasándonos el desvío adecuado. En todas decidimos que no era interesante el paisaje y retomamos la senda marcada.

Las cubiertas de 28 que puse después de la Brevet 200 van bien. Más cómodo con ellas.

Se me olvidó activar el Bluetooth del móvil y Strava no registró los datos de cadencia y frecuencia cardiaca. Sobre todo lo segundo me ha dado rabia porque no puedo analizar si controlaba o no en puntos en que quería hacerlo.

No me quité los manguitos en todo el camino y no me sobraron salvo en alguna subida, que me estorbaba no solo eso, también el resto de la ropa, aunque sí me puse los guantes cortos desde la comida hasta el final.

He terminado "mucho mejor" de lo que pensaba. Lo que no quiere decir que fuese sobrado ni mucho menos. Acabé muy cansado, pero mejor que en el 200. Si con el 200 estaba deseando llegar y engancharme con dos personas los últimos kilómetros me ayudó mucho, aquí, pasada esa distancia seguía rodando sin pensar lo que llevaba en las piernas. De hecho mis sensaciones son de que acabé mejor que empecé. Estoy convencido que gran parte de culpa la tiene el rodar en grupo.

En una jornada sobre la bici te puede pasar de todo: sufrir mucho frío; viento; problemas físicos y aún así lo puedes pasar bien.

Cuando se me olvide lo malo me pensaré cual es el siguiente evento a realizar. ¿Un 400? El tema es que soy consciente de que mis rodillas pueden aguantar o no. Siempre ruedo con molestias en las mismas, pero en salidas cortas de fin de semana lo acuso menos. Así que ya veremos. De momento mañana toca sesión de fisio, a ver si recupero pronto.

La ruta en Strava:

lunes, 20 de marzo de 2017

Mi primer Brevet - 200Km Jadraque GDC Pueblo Nuevo

Aunque tenía la bicicleta revisada, el viernes por la mañana, víspera de la Brevet de Jadraque, me da por pensar que si se me rompe el cable del cambio o de un freno las iba a pasar mal. Como se me meten estas cosas en la cabeza y, aunque sepa que llevo bien los componentes, no me puedo quitar el pensamiento, me fui a comprar un cable de freno y otro de cambio para llevarlo "por si acaso". Seguro que se pudren en la bolsa del sillín, pero me quedo más tranquilo

En la salida del domingo anterior en una mala frenada en una bajada en Navalcarnero me bloqueó la rueda trasera al pasar un bache o algo así. El miércoles revisé la cubierta al hacer rodillo y no aprecié que estuviese en mal estado. Pero el viernes por la noche, al dar presión, vi un corte de algo menos de medio centímetro en diagonal en la cubierta. No sé si se acentuó al hacer rodillo, al dar presión o ya estaba y no lo vi. El caso es que ya no había remedio al estar todo cerrado para comprar una nueva.

Por suerte guardaba una de las que había sustituido y, aunque era de 23 en lugar de 25, estaba en buen estado y pude hacer el apaño. Monté la cubierta de 25 delantera en la rueda trasera, para llevar el culo más cómodo, y en la rueda delantera puse la cubierta de 23. No sé si esto es correcto o no, pero así quedó el tema. Realmente, de no haber tenido la cubierta antigua, me habría arriesgado a salir con la cubierta rajada poniéndola delante y reforzándola por el interior con unos trozos de cámara, que creo que aguanta menos peso y no tiene el esfuerzo adicional de la tracción. Una vez desmontada la cubierta rajada, prácticamente no se detecta el corte.

No sé si será una sugestión mía, pero noté las manos más doloridas y a ratos adormecidas a lo largo de la Brevet que en las salidas normales. Creo que la cubierta  de 23 tuvo su parte de culpa. Ya noté mejoría en cuanto a comodidad cuando sustituí las de 23 por las de 25.

Como conclusión no creo que vuelva a comprar las cubiertas Michelin Pro4 Endurance, que eran las que llevaba montadas. Y no por este incidente. Desde el principio la rueda trasera me dio muchos problemas pinchando continuamente con ella, cuando en teoría era más resistente de lo habitual a los mismos.

Engrasé la cadena y, ya para terminar, le cambié las pilas al sensor de cadencia y al medidor de frecuencia cardiaca.

Preparé la bolsa del manillar con las cosas que iba a llevar. Además de la documentación, eché una batería para recargar por USB el móvil; un frontal por si me oscurecía; el chubasquero y los guantes cortos.

En cuanto a comida quería llevar los suficiente para, en el peor de los casos de no poder comer en los sitios por los que pasase, pudiera alimentarme. Así que eché tres barritas; tres geles, uno de ellos con cafeína; dos bolsas con orejones de albaricoque de 100 gramos cada una; un paquete de Haribos; dos medios sandwichs (pese a Sheldon Cooper) de jamón y queso; un plátano y unas galletas tipo barquillo con chocolate. Me sobró un gel; una barrita; los Haribos y una bolsa de orejones.

El último tema por resolver era el de la vestimenta. Aunque la previsión era buena, en estas fechas igual te puedes helar que asar. Decidí salir con culotte corto, aunque eché al coche unas perneras "por si acaso", que se quedaron en el maletero. Para la parte de arriba una chaquetilla y un chaleco. Junto con guantes largos arranqué.

En la salida de Algete hacía un frío que pelaba, tres grados de temperatura marcaba el medidor de la bici. Después de pasar el control y recoger la Brevet para ir sellando (y esperar en la cola incorrecta de los que no habían hecho la suscripción con antelación y repetir fila), tocaba esperar a que diesen la salida a las ocho. Me entretuve rodando arriba y abajo de la calle, como muchos otros, para ir entrando en calor.

El de la derecha soy yo, mirando a saber qué.
Foto del G.D.C. Pueblo Nuevo.
A la hora de afrontar la Brevet tenía muy claras dos premisas: terminar y no reventar, aunque ésto último supusiese rodar a mi ritmo en solitario, algo a lo que estoy acostumbrado en mis salidas los fines de semana. El tiempo que hay para completar los doscientos kilómetros, trece horas y media, es más que suficiente (esto lo digo ahora, a caballo pasado, aunque ya me lo habían comentado). En cuanto a las paradas no tenía nada previsto, salvo los controles. Y, quitando un par de veces que paré para constatar que iba bien en la ruta (en una me perdí, ya contaré más adelante), esas fueron las únicas veces que eché pie a tierra.

Mi vista al empezar a rodar. Ya quedaba menos para regresar
A las ocho empezaron a decir que podíamos salir a rodar. El grupo que primero salió parecía que les perseguían para cobrarles impuestos. Salí a continuación de ellos y en la segunda rotonda les perdí de vista.

Durante los primeros veinte kilómetros veía ciclistas a lo lejos de vez en cuando, pero nadie por detrás. Pasado el Casar empecé a pensar que me había equivocado de desvío porque dejé de ver ciclistas a lo lejos, aunque me había estudiado la ruta varias veces con anterioridad y estaba seguro de haber hecho el giro correctamente. Por suerte, cuando empezaba a pensar en parar a comprobar, me alcanzó un grupo de tres ciclistas: dos chicos y una chica del GDC Pueblo Nuevo y lo primero que me salió después de saludar fue "menos mal, pensé que me había perdido", dejando claro mi nivel como guía. Llevaban un ritmo bastante bueno para mi y les dije que si me podía pegar a ellos un rato, me dijeron que todo el mundo era bienvenido, hasta yo. Eso es que no me conocían.

Les acompañé durante otros 20 kilómetros más o menos, a un ritmo sobre los 28 ó 30 km/hora que me iba fenomenal sin forzar y sin dar tirones. A rueda aproveché para comerme una bolsa de orejones.

A la altura de Matarrubia, más o menos, nos alcanzó otro grupo que venía más ligero y empezaron los tiras y aflojas. En una rampa pegaron un par de tirones y me quedé. Tenía claro que no iba a forzar si ello suponía salirme de mi punto. Me fastidió perder la rueda de los tres ciclistas que tan bien iban. Continué en solitario.

Subiendo a Torrebeleña. Bonito paisaje.
Foto del G.D.C. Pueblo Nuevo.
Pasado Fuencemillán di cuenta del plátano sobre la marcha y continué hasta Jadraque, lugar de control en el que había que sellar.

Cuando llegué había bastantes ciclistas que acababan de llegar y estaban desayunando. Un compañero, del que no recuerdo su nombre (menuda cabeza tengo para los nombres) y para el que era su segunda Brevet me indicó que tenía que poner la hora y que en el bar me sellaban. Pedí unas tostadas con aceite y tomate y un café con leche a lo que uní medio sandwich de los que llevaba y un par de galletas. Kilómetro 83, 25 hasta el próximo control en Brihuega y 120 hasta el final. Hice reset a la cabeza como si comenzase ahora una ruta habitual de fin de semana.

Tenía previsto llegar una hora más tarde de lo que lo hice, lo cual deja claro que calculé muy mal los tiempos, no que fuese especialmente deprisa o despacio.

Media hora después de llegar me puse en marcha. Cambié los guantes largos por los cortos y guardé el chaleco en la bolsa del manillar.

Sabía que de Jadraque se sale subiendo. Desde abajo se veía el castillo y pensaba para mi que ojalá no tuviésemos que subir hasta allí. Y es cierto, la carretera pasa por el cerro de enfrente y va más alta que el castillo, o al menos a su altura. En mis salidas ya he tomado por costumbre no parar antes de una subida. Luego me cuesta horrores arrancar de nuevo una vez que me quedo frío y además mis rodillas se resienten mucho. Empecé a desear controles en alto.

Subiendo poco a poco pasé una fuente y seguí ascendiendo con el grupo de ciclistas, que habían salido un poco antes que yo, una revuelta por encima mío. Al pasar la ascensión llegué a Miralrío, lugar que no olvidaré. Me pasé el cruce y seguí de frente por una carretera que no era la adecuada. Era muy recta y me empezó a escamar no ver a ningún otro ciclista en la lejanía ni tampoco por detrás. Así que cuando llevaba unos 2,5 kilómetros por allí decidí parar a consultar en el móvil por dónde narices estaba. No me mosqueé en exceso, la verdad.  Tocó desandar lo andado intentando ir ligerito hasta el pueblo y tomar la carretera correcta.

Fuerte bajada hacia Utande y luego a subir de nuevo. No me di cuenta de esto último hasta que empezaron a pesarme las piernas. Creí que me estaba dando una pájara y es que aquello había empezado a picar para arriba y yo no había quitado desarrollo al aparato y seguía en modo bajada libre. En cuanto ajusté, a subir de nuevo tranquilamente.

Me estaba empezando a gustar aquello.

Uno de los tramos más aburridos fue el que transcurría pasado Muduex hasta Brihuega. Una interminable recta de unos nueve kilómetros, con algún repecho, como sobre la vía del A.V.E. y los coches pasando muy deprisa. Además el viento hacía acto de presencia, ligeramente, pero lo suficiente como para incomodar un poco. Se me hizo largo y aburrido este tramo.

Brihuega, control en el bar de la gasolinera y debí ser el único tonto que se hizo la rotonda en lugar de usar la entrada que había antes. Ciclistas que estaban y ciclistas que salían y otros que llegaban.  Unos comiendo con tranquilidad en una mesa. Tenía la sensación de que iba sólo y de los últimos y parece que no era así. Una vez que sellé me apetecía tortilla de patatas. La camarera, muy simpática y amable, me dijo que no tenían y la verdad es que no me apetecía comerme un bocadillo. Además el mismo ciclista que me aconsejó como sellar en Jadraque me dijo que los bocadillos eran enormes. Así que pedí una Coca Cola Zero y me comí en una mesa al Sol el medio sandwich que me quedaba; las últimas galletas con chocolate y un gel. Y a rodar.

25 minutos de parada y justo cuando ponía a rodar, hacía lo propio otro ciclista del G.D.C. Pueblo Nuevo y me puse a su rueda. Llevaba un buen ritmo soportable para mi aunque rápido, pero no como para haberle podido pasar y darle rueda. A los diez kilómetros, en un repecho, le perdí antes de llegar a Torija. A lo lejos le veía que seguía indicándome los obstáculos en la carretera (grava; baches; etc.) pensando que seguía a rueda. Me lo encontré en el siguiente control y le di las gracias. Incluso más adelante, a falta de unos 20Km para llegar al final, creo que me sobrepasó de nuevo (me pareció la misma persona al menos) y me ofreció rueda pero le dije que no podía seguir su ritmo y que continuase. Yo seguía teniendo las cosas muy claras: quería terminar sin reventar. El último o el penúltimo, me daba igual.

Desde Torija quedaban unos 25 kilómetros hasta el siguiente punto de control en Humanes de Guadalajara. Un tramo con una fuerte bajada y un par de repechos más adelante. Llegué a Humanes y sellé el cuarto control del día. Ahí ya me apetecía comer. En el bar de sellado pedí tortilla (una vez más) y me dijeron que todos pedíamos lo mismo y que no tenían. Que había bocadillos, pero que estaban saturados y que tardarían mucho en hacérmelo. Así que Coca Cola Zero de nuevo y no entraba en mis planes estar esperando y llevaba alimento en la bolsa para aguantar el día. Me puse a rodar de nuevo y me empecé a comer otra barrita sobre la bici. Quince minutos de parada.

En Humanes, sin tortilla.
Sesenta kilómetros me separaban del final. Pero ahora empezaba la fiesta y yo no lo sabía. Además las rodillas se pusieron de acuerdo para llamar mi atención y empezaron a doler un poco. Nada fuera de lo normal por otro lado, algo que me suele suceder antes en las salidas habituales.

De Humanes a Mohernando subida y luego bajada rápida hasta Yunquera de Henares. A partir de aquí  y hasta Viñuelas un continuo sube y baja atravesando Málaga del Fresno. Por una carretera en la que sólo me pasó el coche de apoyo del G.D.C.P.N. Las subidas y repechos se continuaban. Llegó un momento en que me fastidiaba descender, porque sabía que luego vendría una subida más fuerte y larga.

Aún así me encontraba bien y fuerte y, aunque a ritmo lento y constante, fui haciendo kilómetros subiendo por la carretera entre unos bonitos paisajes, sencillos, muy verdes y dignos de fotografiar. Pero no era el momento de echar pie a tierra para ello.

Fue el tramo que más duro se me hizo, especialmente el repecho final hasta Viñuelas, en el que me pasó un grupo de ciclistas. A partir de aquí era recorrer el mismo camino de la ida.

Creo que este era el penúltimo (o no) repecho antes de Viñuelas.
Perseguido por un grupo y sin saberlo :-D
Foto del G.D.C. Pueblo Nuevo.
Aquí ya quedaban 30 kilómetros para finalizar, me encontraba bien, no sobrado, pero cada vez veía más cerca el objetivo. Eso sí, cada pequeña rampa se notaba en las piernas.

Después de sobrepasar Valdenuño llegué a un cruce y seguí, pero la duda de si había que tomar el desvío o no se metió en mi cabeza y paré al poco para comprobar. Ya no estaba la cosa para regalar kilómetros a las piernas. Aproveché para tomarme un gel. Aquí incumplí una de las normas breveteras que es no tomar nada que no hayas probado antes. Llevo consumiendo geles de Isostar tiempo, pero los últimos los compré de otra marca porque los de Isostar son muy muy dulzones y además creo que provocan unos gases terribles. En los poco menos de cinco minutos que paré pasó el coche del Pueblo Nuevo que me preguntó si todo estaba Ok. le dije que sí y continué dando pedales de nuevo. Desde poco antes los mosquitos u otro insecto volador similar se habían apoderado de la carretera en pequeñas nubes e iban impactando contra mi cara, así que boca cerrada.

Sobrepasé el Casar y en Valdeolmos me alcanzaron dos ciclistas, otra vez del Pueblo Nuevo, me puse a rodar con ellos hasta el final y a conversar. Un rato de lo más agradable. Uno de ellos lleva haciendo Brevets desde el 99. Referentes.

Y así llegamos al final, al polideportivo de Algete, pasando antes por Fuente el Saz.

Y se acabó. Con mis dos acompañantes finales.
Foto del G.D.C. Pueblo Nuevo.
Me enseñaron que se da la enhorabuena a los demás ciclistas por haber completado la Brevet y me invitaron a acompañarles a tomar una cerveza con ellos. Algo que hice muy gustosamente después de sellar la Brevet.

Mi primer Brevet terminado :)
El recorrido en Strava


Algunas cosas soltadas sin orden ni concierto:

No pinché ni una vez ni tuve ningún problema mecánico con la bicicleta.

Esta, aunque es una bicicleta barata del Decathlon (Triban 500), se ha mostrado fiable, dentro de sus limitaciones. La comodidad no es una de sus virtudes. Y el desviador delantero es bastante limitado, con tendencia al roce de la cadena en cuanto la cruzas un mínimo. Esto no es nuevo, ya lo conocía desde que tengo la bicicleta hace año y medio. Yo lo ajusto para que me permita cruzar a mi gusto del plato medio hacia piñones grandes, penalizando lo contrario. Eso sí, lleva tres platos y soy un eterno agradecido al pequeño de ellos.

El sillín llevo tiempo pensando en cambiarlo. Llevo un Selle Italia Randonneur y acabé con el trasero algo perjudicado. Mi idea es pillar un Brooks más adelante. Ya veremos.

El tiempo fue muy bueno. Salvo el frío inicial en Algete, luego se templó el día, llegando a una temperatura de unos 26 grados a media tarde.

Consumí unos tres litros de líquido. Litro y medio con polvos isotónicos y otro tanto de agua. Además del café y las dos Coca Colas. No sé si es mucho o es poco, pero me encontré bien así, no paré de beber con asiduidad.

En algún punto me comí otra barrita sobre la bicicleta, pero no sé dónde.

La bolsa del manillar, una Topeak cojonuda, me vino de perlas. Aunque la mayoría de los ciclistas que vi no llevaban bolsa más grande de la típica de sillín, en ningún momento me arrepentí de llevarla. Muy al contrario. Me vino fenomenal.

El ritmo cardiaco lo mantuve controlado, con una media de 133 pulsaciones (sobre el 75% de mi límite) y un máximo de 163.

Cada vez me gustan menos las bajadas, acumulo mucha tensión en la espalda. Y luego hay que subir :-D

Tengo que entrenar más la potencia. Me cuesta mucho subir, más bien me cuesta subir con más velocidad. Pero llego.

Terminé físicamente bastante mejor de lo que pensaba y peor de lo que me habría gustado xD. Por comparar, terminé más cansado en una salida hace unas semanas con la gente del Pakefte en la que hicimos unos 150 kilómetros. Estoy convencido que mi planteamiento de no forzar en ningún momento y preferir ir sólo a salir de ritmo para ir acompañado me ha favorecido. Rodé unos 160 kilómetros en solitario.

Que terminase mejor de lo que pensaba no quiere decir que terminase fácil ni sobrado. De hecho cuando arranqué no tenía la certeza de poder terminar. El último tramo de diez kilómetros me vino fenomenal ir bien acompañado.

Mis agradecimientos a la gente del G.D.C. Pueblo Nuevo por organizar esta Brevet y por el trato que me dieron todos con los que tuve el gusto de hablar. Espero verles en más eventos como este.

También para la gente del Pakefte, por todos los consejos que me han dado desde su experiencia.

Varias de las fotos que ilustran este texto las sacaron desde el coche de apoyo del G.D.C.P.N. En su álbum de Facebook las podéis ver todas. Las hay fantásticas.

sábado, 18 de febrero de 2017

Preparando mi 200K

El pasado año 2016 me marqué como objetivo  con la bicicleta hacer una Brevet de 200 Km. en 2017. Va llegando el momento e intento prepararme lo mejor posible para ello, siendo consciente, cada vez más, de la dureza de algo así y de que no tengo ni idea de como se preparan estas cosas e intento leer sobre ello y dejarme aconsejar lo máximo posible.

Un primer paso fue comprarme al comienzo del otoño pasado un rodillo para poder entrenar en casa. Creo que esto fue un acierto  que le ha dado calidad a los entrenamientos. Aunque los primeros meses me dediqué a hacer sesiones una o dos veces por semana de 45 minutos, sin hacer grandes esfuerzos, noté mejoría poco a poco en cada salida a carretera. Ahora mismo llevo el mes haciendo tres sesiones semanales, con series (cuatro si no salgo a rodar el finde por las inclemencias meteorológicas).

Recomendado por Javier, estoy "siguiendo" (más o menos) el plan de entrenamiento en rodillo (I, II, III, IV, V y VI) de Chema Arguedas, que publicó en "Ciclismo a fondo" Es algo que requiere tiempo  y es por ello que indico que lo sigo de aquella manera. Sobre esto no voy a comentar mucho porque no tengo demasiada idea del tema para ir repartiendo consejos y a quien le interese es mejor que lea los artículos.

También he salido a rodar algunos kilómetros, y en menos ocasiones de las que habría deseado, con el variopinto grupo del Pakefte, que han tenido a bien permitir que un aspirante a ciclista dominguero como yo comparta ruta con ellos. Me ha servido sobre todo para intentar madurar un poco en cuanto a ritmos, evitar arrancadas (pese a Josu :-D), etc. Espero rodar mucho más con ellos.

Dado que comienza la temporada de Brevets, el miércoles hice una salida más larga de lo habitual, de 150 Km. para ver las sensaciones que tenía sobre la bici y probar cosas nuevas. Además llevaba ya tres semanas sin salir a rodar, haciendo solo rodillo, gracias a las lluvias de fin de semana.

El día anterior a salir hice planes hasta tarde, como el Equipo A, para pasar de ellos totalmente al día siguiente según planté la cala en la calle. La ruta que había diseñado era relativamente sencilla, por zonas que conozco en la mayor parte del recorrido. Quería ir hasta Mondéjar (ver la ruta en Plotaroute) pero también llevaba tiempo con la idea en la cabeza de ir hacia la sierra de Madrid, y encaré la rueda delantera de la bici hacia El Escorial, ruta que ya había estado mirando también. La verdad es que salí tarde a rodar y no tenía claro que me fuese a dar tiempo a realizar el trayecto antes del anochecer.



Me había marcado una premisa muy clara: no apretar en la primera parte del recorrido para dosificar energías o, como dicen los que saben de esto: "Empieza como un viejo y acaba como un joven" (o algo parecido)

Así hice y cuando me quise dar cuenta ya estaba a la altura de Navalcarnero. Después de terminada la ruta y mirando los números en Strava vi que había hecho varios PR's en los tramos hasta Navalcarnero sin intención de ello y sin sentirme forzado en ningún momento.

La idea era parar en Sevilla la Nueva para alimentarme. Me encontraba bien y continué hasta Brunete (47 Km y sobre las dos horas rodando). Paré lo justo para comerme una barrita y unos orejones de albaricoque (ya entraré en esto más adelante) Me encontraba tan bien que, en un alarde de fantasma total, me planteé que una vez llegado hasta el Escorial igual podía tirar hasta Guadarrama, subir el puerto del mismo nombre, bajar y regresar en tren hasta casa. Que atrevida es la ignorancia.

Seguí camino a Valdemorillo, cuya subida tiene su aquél, y me planté a la entrada de el Escorial. Pero la gracia, para mi al menos, era llegar hasta el mismo Monasterio. El desconocimiento o ignorancia (o que no es lo mismo ir en coche que en bici) hizo que me encontrase, a unos cientos de metros de llegar, con un maldito empedrado que no sé si hará bonito o no, pero que es una gran faena para la bici. Pensé que se me desmontaba y creo que todavía me vibra el cerebro. Sin contar con que pica cuesta arriba que da gusto. Y ya si te pillan semáforos en rojo subiendo atrancado es como para lanzar una traca.

En El Escorial. Un día de playa.

Foto de rigor en la lonja y ahí tenía que tomar una decisión importante. Era tarde, quedaban tres horas y media de luz aproximadamente (y no llevo luz delantera) y no quería que se me hiciese de noche regresando a casa.

Por supuesto lo de subir al puerto de Guadarrama lo había descartado muchos kilómetros atrás, con el golpe de realidad de las subidas de Valdemorillo y El Escorial. Como no lo he intentado, no sé si habría sido capaz de hacerlo, pero queda como reto para otro momento (y con ganas).

La segunda opción era seguir la ruta por algunos pueblos de la sierra hasta completar los kilómetros que quería hacer (dirección Guadarrama pasar por Cercedilla para terminar bajando por Navacerrada pueblo hasta Villalba, por ejemplo, y regresar a casa en tren.

Y la opción inicial que era regresar a casa por el mismo camino por el que había venido. Para esto tenía que salir pronto y no relajarme con el ritmo. El lado positivo es que lo duro en la ida lo tenía ahora cuesta abajo. Como no podía perder mucho tiempo buscando un lugar donde comer un bocadillo, di cuenta de otra barrita energética, los orejones que me quedaban y emprendí camino de regreso.

Al principio me costó encontrar el ritmo y algún repecho se me hizo duro, pero poco a poco me iba encontrando mejor dando pedales, y aunque fui reservando y economizando pedaladas, sobre todo en cuestas abajo (empezó a soplar un ligero pero apreciable viento de cara desde la bajada de Valdemorillo), a la altura de Navalcarnero había decidido parar para volver a alimentarme y afrontar la subida desde el río Guadarrama hasta Griñón sin miedo a que me diese una pájara. Me apreté un gel, cambié los cristales de las gafas por los transparentes y, listo de mi, me di cuenta de que iba muy corto de agua. Así que me tocó internarme en el pueblo para buscar una tienda y comprar. En un establecimiento de chinos un croissant bañado en chocolate me hizo ojitos desde su estante y no me pude resistir.

El resto del camino, salvo una parada por unas obras en la carretera, justo antes de una subida, vaya casualidad, me encontré bien, cansado eso sí, pero con buenas sensaciones.

Me quedaba, como parte "dura" la subida desde el río Guadarrama hasta Griñón. Me pasó un ciclista como si le persiguiese alguien, y me dio un poco de envidia sana, la verdad, pero seguí con la premisa de no forzar (aunque tampoco habría sido capaz de alcanzarle ni en mis mejores pensamientos) Otra vez viendo a posteriori los datos del tramo en Strava, vi que había marcado PR's de nuevo.

Cuando llegué a Griñón, otrora punto de inflexión en mis salidas ciclistas, me encontraba bastante bien (esto es por decir algo, me encontraba mejor de lo que yo esperaba en ese momento) y mis cálculos sobre la luz eran correctos e iba a llegar a casa iluminado por el astro rey.

En la salida de Griñón en la M-405 me pasaron otros dos ciclistas y ahí me vine arriba y me dio por apretar detrás suyo (total, lo que quedaba hasta casa era prácticamente cuesta abajo y muy mal se me tenía que dar ya) Aguanté unos 300 metros de persecución y solté para recuperar.

Unos pocos Km. más y llegada a Parla. En el camino habitual a casa me dio por desviarme, no sé debido a qué, y darme una vuelta por el carril bici, ampliando algún Km. el paseo.

Las sensaciones fueron buenas. Disfruté del bonito paisaje de la sierra y de sus olores. De las subidas en Valdemorillo a trote borriquero. Me quedé con la sensación de que podría haber seguido rodando más. No sé si hasta los 200K. De hecho cuanto más cerca está el evento y más consciente soy del esfuerzo que requiere, más dudas tengo sobre si lo terminaré o no.

Las cosas que fui probando o que he observado:

La primera era probar el comportamiento de la bicicleta con la bolsa de manillar que he comprado para llevar lo necesario en la Brevet. Una Topeak Tourguide. La llené con unas cuantas cosas para hacer peso: un chaleco; el chubasquero; los guantes de frío que te pelas; una batería para cargar el móvil o cualquier gadget; barritas; geles y demás porquería ingerible.



Al principio se me hizo raro ir con ese peso extra en el manillar. Cualquier leve presión en el mismo repercutía en la dirección. Pero con el paso de los kilómetros me fui acostumbrando e incluso con un poco de viento en contra que tuve al regresar no me supuso inconveniente. En las zonas bacheadas (puñetera subida y posterior bajada hasta el Monasterio de El Escorial por el empedrado) se notó muy estable. Así que prueba superada.

Luz sólo llevo trasera, una Bontrager bastante buena, pero que compré para las salidas habituales, que con cuatro o cinco horas de autonomía sobra. Tiene modo luz de día y la verdad es que te ven bastante. La activé en la parada de Brunete (se me había olvidado encenderla según salgo de casa, que es lo habitual aunque me vino bien) y cuando regresaba y estaba por Griñón entró en modo ahorro de energía, parpadea más lento y con menos intensidad, pero llegó al final.



Tengo que hacerme con luz delantera para estos casos.

Otra cosa que quería probar era la alimentación. En las salidas habituales suelo aguantar con una barrita energética y la parada del café y el pincho de tortilla. En casos excepcionales, si me noto que me estoy quedando vacío, me aprieto un gel.

La idea inicial era hacer una parada como a hora y media de salir para comer algo. Comer a mitad de camino algo sólido y otra parada a la vuelta. En parte lo cumplí con variaciones como he relatado anteriormente.

Respecto a la comida, he descubierto los orejones de albaricoque. El otro día haciendo la compra los vi en el estante y me dio por mirar la información nutricional (desviación que tengo desde que me puse a régimen) y vi que tenían un alto aporte de hidratos, que vendría bien. Me eché 100 gramos para la salida en bici.



También quería probar las barritas energéticas. Aunque había probado las de la marca Powerbar anteriormente con sabor chocolate y no me gustaron en exceso, le di una oportunidad a las de sabor a plátano de la misma marca. Me gustaron bastante más. Me comí dos en total: una a la ida en Brunete y otra al llegar a El Escorial. Acompañadas con los orejones, mitad de ración en cada parada.


Valores energéticos de las barritas

En Navalcarnero un gel Energy de limón marca Isostar para dar el empuje final.

Además, durante la ruta, me bebí un botello de Isostar (al que voy a llamar Pedostar por su facilidad por crear gases en el cuerpo humano) Tengo que probar otras marcas por este motivo. Además del agua corriente.

En total ingerí aparte del desayuno antes de salir y del capricho del croissant unos 195 gramos de carbohidratos.

Según este artículo orientativamente por mi peso necesito reponer unos 42 gramos de CH por hora. Igual fui algo justo, pero en ningún momento me encontré mal.

Lo que si eché de menos es algo salado. Todo lo anterior es dulzón y para las próximas ocasiones tengo que equilibrar.

La bici, pese a su humildad, se portó y espero no tener problemas con ella en la brevet.

El móvil con Strava falló registrando la ruta entre Sevilla la Nueva y Navalcarnero, que volvió a enganchar. Un año de estos, cuando sea guapo y rico, tengo que hacerme con un GPS para la bici.

Hasta la fecha es la distancia más larga que he rodado en bicicleta y lo más lejos que me he ido desde el punto de partida.

Y poco más. Cada día que resta para llegar a la Brevet tengo +1 de incertidumbre y acojone :-D