domingo, 23 de abril de 2017

Brevet 300 Km. La Alcarria GDC Pueblo Nuevo.

Si no tuve bastante con la Brevet de 200 Km. de hace un mes, haciendo gala de mi inconsciencia me inscribí para realizar una de 300 Km. que organiza el GDC Pueblo Nuevo, en ésta ocasión recorriendo tierras de la Alcarria por las provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca.

Mi principal duda a lo largo de la semana era la equipación a llevar. No tenía claro si ir de corto o de largo. Al final me decidí por culotte corto (el frío no lo acuso en las piernas) y maillot corto con manguitos y chaleco. En el 200, un mes antes, lo pasé bien así (sin manguitos pero con manga larga) y pensé que metidos más en primavera la cosa sería incluso mejor para ir en manga corta en cuanto el sol empezara a calentar. Que equivocado estaba.

Al menos decidí llevarme un gorrito con Windstopper que es una maravilla para el frío.

El culotte, un Castelli Volo bibshort que me compré hace poco, y que ya había probado un par de veces, vale cada euro que he pagado. En estas cosas creo que se nota mucho la calidad y el culo lo agradece.


Una cosa que estrenaba eran las guantes cortos. Esta misma semana se me rompieron los guantes que tenía. Unos Spiuk topten que me recomendaron en la tienda como muy buenos, que costaron una pasta y con los que tuve problemas desde el principio. Los compré el verano pasado y a las dos salidas se habían ido todas las costuras. En la tienda los enviaron al fabricante y me dieron otros nuevos, disculpándose porque no era habitual. Pero sí lo era, y los segundos no han durado mucho más.  Así que tuve que comprar unos nuevos y utilizarlos en las horas más cálidas sin saber como me iban a ir. Por suerte fueron bien.



Al tener que rodar de noche varias horas hay que ir equipado con luces delanteras y traseras así como con un chaleco reflectante. La luz trasera la tenía, pero para el foco delantero me hice con un Sigma Buster 200 que me fue bien. En la bajada de Campo Real a Loeches, ya de noche y muy rápida, me alumbró sin problemas luciendo al máximo de su potencia, de las tres que puedes elegir, al margen de los modos parpadeo. Lo bueno es que se puede recargar mientras lo utilizas y, si en algún momento pongo una dinamo, se puede utilizar. La parte negativa es que, con la bolsa de manillar, la tuve que fijar en un brazo de la horquilla y creo que no es la posición más óptima para ella. Una vez que dejé de necesitarlo al amanecer lo recargué con una batería externa que llevo para que estuviese listo para la noche.


En cuanto a comida, llevaba todo lo necesario para ir comiendo en caso de no encontrar ningún sitio en condiciones, tal como me pasó en el 200, aunque esta vez sí hubo más suerte. Llevé lo de la foto más dos sandwichs de jamón y queso y un par de plátanos. Además siempre llevo en la bolsa del sillín un gel y una bolsa con polvos mágicos para "emergencias"

De todo esto me comí una barrita energética y dos gominolas que ingerí sobre la bicicleta a lo largo de la ruta; dos geles; un sandwich; los dos plátanos y una bolsa de polvos mágicos para reponer un bote de líquido. Además de una magdalena gigante en el primer control, un "montadito" de tortilla que me dio para dos paradas y un Donut. Y !turrolate! una bomba con las que nos obsequió José. Además de cafés varios y Coca-Colas.

Provisiones.
Montadito de tortilla.
Entiendo que la gente no comprenda que te puedas levantar antes de las cuatro de la mañana para empezar a dar pedales a las seis y más pagando por ello. Cuesta y más, si como yo, estás acostumbrado a no dormirte ningún día antes de las dos. Pero a esa hora sonó el despertador y desayuné lo mismo que de costumbre un café y tres rebanadas de pan tostado, dos con miel y una con aceite y añadí para la ocasión una naranja. Ya había dejado preparado todo lo necesario el día anterior y solo tuve que cargarlo en el coche y dirigirme hacia Loeches.

En esta ocasión habíamos quedado siete personas del Pakefte para hacer el recorrido juntos: Antonio; Pepe; José; Agus; "Buje"; Sebas (con la idea de hacer parte con nosotros y luego regresar por compromisos) y yo mismo. No tenía todas conmigo para hacer la totalidad de la Brevet en compañía. Si iba a ser capaz de mantener el ritmo de un grupo, pero los beneficios de la buena compañía, sobre todo en los momentos malos, que los tienes, superan a las "obligaciones" de rodar en grupo como mantener ritmo aunque te saque un poco de punto.

A las seis ya habíamos recogido el carné de la Brevet, pasado la revisión de luces de las bicicletas y chaleco y empezábamos a rodar de noche. Previamente fuimos testigos de un momento surrealista. La salida tenía lugar en una gasolinera que estaba cerrada. Poco antes de salir llegó el "gasolinero" un personaje que se bajó del coche pegando gritos, enarbolando el móvil en la mano en alto y gritando"todos fuera", "si no estáis fuera en 3,2,1 llamo a la policía". En fin, hay gente que tiene mal despertar y una facilidad pasmosa para perder posibles clientes.

Guiados por Sebas, conocedor de la zona y que nos fue sacando por los diferentes desvíos sin dudar, a los diez minutos ya había entrado en calor y rodábamos en grupo sin problemas y con alegría en continua subida hasta Pezuela de las Torres. Durante este tiempo tuvimos el deshonor de ir "liderando" en cabeza hasta que nos alcanzó otro grupo.

Pero lo idílico dura poco y después de Pezuela llegamos a una bajada pronunciada de unos cuatro kilómetros que nos dejó literalmente congelados. Alguno comentó que el termómetro llegó a marcar -5º y no sé si es cierto, pero la realidad es que estuve hasta el primer control, en Masegoso, con las manos y los pies insensibles. (Editado: Sebas fue el que comentó lo de los -5º lo cual nos da un dato fiable). No podía accionar la palanca del cambio de platos y en una ocasión, por torpeza e insensibilidad, bajé de plato sin querer y me costó un esfuerzo considerable subir de nuevo. Aunque llevaba guantes largos con Windstopper, eché de menos otros de invierno más fuertes que tengo. Y doy gracias a los manguitos y el gorro, porque lo habría pasado realmente mal de no llevarlos. Realmente el cuerpo y las piernas los llevaba relativamente bien, pero las manos, los pies y la boca estaban totalmente insensibles. Tanto es así que no podía coger el bote de agua para beber y prácticamente fui sin ingerir líquido hasta el control en el kilómetro 98. Algo que está muy mal, pero así son las cosas.

Antes de llegar al primer control paramos un par de minutos a la altura, que no altitud, de Valfermoso de Tajuña a soltar peso líquido (vamos, a mear) y de paso aproveché y me comí un plátano.

Rodamos hasta el primer control en Masegoso recorriendo la vega del Tajuña, esperando que apareciese el Sol detrás de los montes para que nos calentara. Realmente fueron unas horas muy duras sin recuperar temperatura.

En Masegoso parada a sellar la Brevet (lo primero, que si se olvida es una faena seria) y a desayunar. Después de superar el caos que tenían a la hora de atender y la falta de tortilla de patatas, pedí un café con leche y una magdalena (muy rica) que acompañé con un sanwich de jamón y queso de los que llevaba y un gel de postre. Nos sentamos en una mesa al Sol y parece que empezamos a sentirnos humanos de nuevo al calor del astro rey.

Los sábados al sol. Pepe y Antonio reponiendo energías en Masegoso.
Media hora después volvimos a posar el trasero sobre el sillín y encaramos de nuevo la carretera.

Y aquí llegó mi momento crisis. A unos diez kilómetros de arrancar me empezó a doler seriamente la rodilla derecha y cualquier pequeño repecho, que de normal lo habría podido superar sin problemas, me suponía un serio obstáculo. Llegué a cuestionarme seriamente si sería capaz de completar el recorrido con doscientos kilómetros por delante. Como habíamos decidido parar en Sacedón a comer, porque el segundo control ya nos pillaba en el kilómetro 214 e iba a ser tarde, decidí seguir rodando de una forma muy conservadora, con el desarrollo más flojo posible en cualquier pequeño repecho o subida, y recuperando en el llano o bajando, ya que a cadencia alta de pedaleo sufría menos.

Así, intentando perseguir la rueda de Antonio y Buje que son ruedas fantásticas para seguir, especialmente la de Buje en las subidas por lo continuado de su ritmo, fuimos comiendo kilómetros poco a poco en una continua sucesión de subidas y bajadas rompe piernas. Con Sebas, que va fortísimo y es un espectáculo, parando cada cierto tiempo porque se le caía la pernera y se la tenía que recolocar y cazándonos de nuevo al poco. Y con Agus escuchando música.

En un momento determinado (creo que fue en este tramo antes de comer, pero podría haber sido después, no lo tengo claro) Buje paró en mitad de la carretera a recoger unas barritas energéticas. Yo pensé que se le habían caído y las quería recuperar. Pero al que se la cayeron fue a un ciclista anónimo, supongo :) Que cada uno saque sus conclusiones.

Buje haciéndonos fotos a traición.

Otra foto de Buje. Hidratándome

Llegamos a Sacedón, kilómetro 155 y mitad de camino, a la hora de comer con hambre general y, yo en particular con la rodilla sufriendo. José me dio un anti-inflamatorio (yo lo llevaba en el 200 pero en esta ocasión se me olvidaron) e hice unos estiramientos con esperanza de recuperar la rodilla.

Y nos dimos a la comida. Unos montados (menos mal que alguien preguntó el tamaño porque habíamos pedido bocadillos) de un tamaño exagerado. En mi caso de tortilla española (sin cebolla -1) pero no sé si por el hambre, me supo riquísimo. Me sobró como un tercio que guardé para más tarde.

Pepe, en un ejercicio de generosidad, nos invitó a comer a todos.

Pepe, José, Agus, Sebas Buje y Antonio en el momento comida.

Montadito de tortilla.

No sé si la parada, la comida, el anti-inflamatorio, los estiramientos o un cúmulo de todo ello pero al empezar a rodar de nuevo la rodilla dejó de darme guerra. No del todo, pero sí lo suficiente como para poder permitirme ir en condiciones "normales". Mis rodillas son algo que me dan problemas habitualmente a la hora de montar en bici, supongo que por el exceso de peso que han soportado durante años.

En este momento nos separamos de Sebas, que emprendió regresó a su casa, con toda la pena porque no completaba la Brevet con nosotros, y continuamos camino rumbo al siguiente control.

El viento empezó a castigarnos fronto-lateralmente y lo sufrimos unos sesenta kilómetros. Estábamos haciendo un "completo" junto con el frío mañanero. Además, en algún momento a José se le ocurrió decir "¿habéis pensado en que nos puede pillar una tormenta?". José es una fuente inagotable de datos: cuanto queda; si es cuesta arriba; etc.

Atravesamos Huete, en el kilómetro 203 y ya estaba superando el máximo que había rodado en mi vida, con el 200 anterior. La verdad es que iba "mucho mejor" en cuanto a cansancio de lo esperado y seguía con ganas de rodar. La rodilla estaba aguantando y ya me permitía ir con desarrollos "normales" y seguir a ritmo. En una rotonda al salir de la población, José nos echó el alto. Era el momento Turrolate. ¿Qué es el Turrolate? pues no sé, una mezcla explosiva de chocolate con almendras muy rica. De las que te hace acumular lorzas sin ninguna duda, pero que iba a ser transformada en carburante y consumida en los cien kilómetros restantes.

A seguir rodando hasta el siguiente control en Carrascosa del Campo, kilómetro 214. Llegamos sin más, sellamos y comimos. Un café con leche, acompañado del tercio que me quedaba de bocadillo de tortilla y un plátano.

Ya "sólo" nos quedaba por hacer una salida corta de fin de semana. Lo que incluía un trozo de rompepiernas. Bajar hasta el Tajo y subir hasta Estremera. Para bajar de nuevo a Carabaña y subir a Campo Real. Vamos, un paseo.

En algún momento sobre el kilómetro 250 mi cuenta kilómetros empezó a marcar que iba a 90 por hora. Como soy consciente de mis limitaciones, algo me dijo que estaba fallando, reseteo y empezó a medir mejor, aunque perdí los datos y ya no sabía si nos quedaba más o menos. Sólo aproximadamente.

En Estremera paramos a alimentarnos de nuevo. Una Coca Cola y un donuts. Acompañado de un gel para finalizar el paseo. Ya estaba oscureciendo y nos pusimos en modo nocturno. Chalecos y luces. Y arrancamos.

Al poco de salir, subiendo, se me salió la cadena, creo que es la primera vez que me pasa con esta bicicleta. Así que me tocó parar a recolocar y pringarme las manos de grasa. Pepe me esperó para reengancharnos al grupo.

La subida desde Carabaña, con 270 kilómetros en las piernas, hace una gracia tremenda. Menos mal que la amenizaba Pepe "cantando" los porcentajes por los que íbamos: 6% 6,5% 7%... Y un precioso atardecer.

Al llegar al final de la subida estaban esperándonos Buje y Antonio en una rotonda y al poco llegaron José y Pepe. Agus iba por delante. Reanudamos la marcha hacia Campo Real, que alguien decía que era cuesta abajo, pero todavía no lo tengo claro.

Quedaban siete kilómetros cuesta abajo y esto ya estaba hecho salvo catástrofe. Bajada fuerte de noche con mucho tráfico y entramos juntos a Loeches. Sellamos el carné y un café para finalizar la jornada.

Brevet completada.

El Pakefte en la llegada.

En esta Brevet varias de las situaciones las he disfrutado por primera vez:

La primera que circulo de noche y utilizo iluminación para ver, no sólo para que me vean.

También la primera vez que hago esta cantidad de kilómetros.

Y nunca había rodado en grupo durante tanto tiempo. La compañía fue excepcional, algo que hizo más "fácil" la consecución del objetivo. Ayuda mucho en los momentos malos y hace más divertido el resto. No pensaba llegar a la par de ellos y mi previsión optimista, pensando que en algún punto me separaría, era finalizar sobre las doce de la noche. Esto dice mucho de la solidaridad para funcionar en equipo. Hay gente que podría rodar mucho más rápido y aguanta para adaptarse a los que vamos más lento. Y lo mismo en sentido contrario, aunque te haga salir de la zona de confort.

Alguna cosa suelta:

Tres veces, tres, decidimos explorar carreteras pasándonos el desvío adecuado. En todas decidimos que no era interesante el paisaje y retomamos la senda marcada.

Las cubiertas de 28 que puse después de la Brevet 200 van bien. Más cómodo con ellas.

Se me olvidó activar el Bluetooth del móvil y Strava no registró los datos de cadencia y frecuencia cardiaca. Sobre todo lo segundo me ha dado rabia porque no puedo analizar si controlaba o no en puntos en que quería hacerlo.

No me quité los manguitos en todo el camino y no me sobraron salvo en alguna subida, que me estorbaba no solo eso, también el resto de la ropa, aunque sí me puse los guantes cortos desde la comida hasta el final.

He terminado "mucho mejor" de lo que pensaba. Lo que no quiere decir que fuese sobrado ni mucho menos. Acabé muy cansado, pero mejor que en el 200. Si con el 200 estaba deseando llegar y engancharme con dos personas los últimos kilómetros me ayudó mucho, aquí, pasada esa distancia seguía rodando sin pensar lo que llevaba en las piernas. De hecho mis sensaciones son de que acabé mejor que empecé. Estoy convencido que gran parte de culpa la tiene el rodar en grupo.

En una jornada sobre la bici te puede pasar de todo: sufrir mucho frío; viento; problemas físicos y aún así lo puedes pasar bien.

Cuando se me olvide lo malo me pensaré cual es el siguiente evento a realizar. ¿Un 400? El tema es que soy consciente de que mis rodillas pueden aguantar o no. Siempre ruedo con molestias en las mismas, pero en salidas cortas de fin de semana lo acuso menos. Así que ya veremos. De momento mañana toca sesión de fisio, a ver si recupero pronto.

La ruta en Strava:

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